El circo de pulgas

Publicado por Letras Humanistas | 2:27 | 0 comentarios »


Podía pasar largas tardes y noches mirando. Me gustaba mirar las pulgas trapecistas, era inconfundible el momento de iniciar su rutina; iba y venía el vaivén en el trapecio. Mi atención también se la llevaban las pulgas domadoras. Era impresionante ver a la pulga domadora como hacia bailar al ritmo del rock de la cárcel a la pulga elefante, con su trompa larga colgándole hasta el suelo; era una pulga elefante gorda, la más gorda de todas las pulgas. Sin embargo, la rutina que más, pero que más me gustaba era la de la pulga bala. El anunciador le daba más expectación al show – Y a continuación, directamente desde Praga y recorriendo más de veinte latitudes con este espectacular show de vida o muerte, dejo con ustedes a Marinel, la pulga bala- Y ahí salía ella, con una maya azul, cubierta de un abrigo repleto de lentejuelas y plumas, con su cara pintada de blanco, botas rojas y unas pestañas crespas, las pestañas más crespas que he visto en una pulga. Los aplausos, las rechiflas y los gritos de la gente me ensordecían. Los niños saltaban y se arrimaban al lomo de sus padres para ver mejor. La expectación era descomunal, no había tiempo para pestañar. Yo trataba de evitarlo, pero tenía que forzar al máximo mi vista para ver semejante espectáculo.

El circo estaba situado en un rinconcito de mi velador. Las funciones eran a las 21:00 horas, justo en el momento en que me iba a acostar. Me había convertido en un fanático de este circo, era cuestión de todas las noches que me acostará y me asomara por una pequeña rendija de la carpa. Cada vez que asistía ver las funciones del circo de pulgas el mundo dejaba de existir. No había nada más importante, maravilloso e ilusorio que ir al circo de pulgas.

Una noche, no recuerdo el motivo, llegué tarde a la función que empezaba a las nueve. Pero por suerte, alcancé a llegar justo al momento de la rutina de la pulga bala. Ya la habían presentado y ella ya se estaba metiendo al gigantesco cañón, así es que me acomodé y miré – ya esta todo listo para el lanzamiento- dijo el anunciador- enciendan la mecha- 3, 2, 1, boooooom. La bala pulga voló por los aires, tanto así que rompió la carpa y salió disparada hacia el exterior de ella y yo la ví en ese momento. Voló y voló para terminar muy mal herida encima de mi cama. Cuando la fui a socorrer, la pulga bala estaba muerta. Miré adentro del circo y la conmoción era de grandes magnitudes. La función se suspendió. Intenté decirles que la pulga bala estaba acá afuera. Gritaba y gritaba pero nadie de las pulgas me escuchaba. Me fui al baño preocupado, a mojarme un poco la cara para despejarme un poco de la gran tragedia que había visto. Cuando volví, afuera del circo había un gran cartel que decía: “Se suspenden las funciones de esta semana por duelo”.

Sólo me quedó lamentar lo sucedido y me quedé dormido. Desperté a las cinco de la madrugada y el maravilloso y espectacular circo de pulgas que había recorrido la mitad del planeta con su show ya no estaba. Había fallecido Marinel, la mujer que había presentado su rutina en más de veinte latitudes. Era el show que más me gustaba.

Los sueños ya nunca fueron los mismos.

Gonzalo Campos Márquez

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